Un timo bursátil
Los asesores de bolsa están en todas partes y es muy probable encontrar
alguno que diga cualquier cosa que uno esté dispuesto a oír. Normalmente son
enérgicos, parecen muy expertos y hablan una extraña jerga de opciones de
compra y de venta, cupones de cero y cosas por el estilo. A la luz de mi
humilde experiencia, la mayoría no tiene mucha idea de lo que está hablando,
pero cabe esperar que algunos sí.
Si durante seis semanas seguidas recibieras por correo las predicciones de
un asesor de bolsa acerca de cierto índice del mercado de valores y las seis
fueran acertadas, ¿estarías dispuesto a pagar por recibir la séptima
predicción?. Supón que estás realmente interesado en hacer una inversión y
también que te han planteado la pregunta antes de la crisis del 19 de octubre
de 1987. Si estuvieras dispuesto a pagar por esa predicción (y si no, también),
piensa en el siguiente timo.
Uno que se hace pasar por asesor financiero imprime un logotipo en papel de
lujo y envía 32.000 cartas a otros tantos inversores potenciales en un cierto
valor de la bolsa. Las cartas hablan del elaborado sistema
informático de su compañía, de su experiencia financiera y de sus contactos. En
16.000 de las cartas predice que las acciones subirán y, en las otras 16.000,
que bajarán. Tanto si suben las acciones como si bajan, envía una segunda carta
pero sólo a las 16.000 personas que recibieron la «predicción» correcta. En
8.000 de ellas, se predice un alza para la semana siguiente, y en las 8.000
restantes, una caída.
Ocurra lo que ocurra, 8.000 personas habrán recibido ya dos predicciones
acertadas. Manda una tercera tanda de cartas, ahora sólo a estas 8.000
personas, con una nueva predicción de la evolución del valor para la semana
siguiente: 4.000 predicen un alza y 4.000 una caída. Pase lo que pase, 4.000
personas habrán recibido tres predicciones acertadas seguidas.
Sigue así unas cuantas veces más, hasta que 500 personas han recibido seis
«predicciones» correctas seguidas. En la siguiente carta se les recuerda esto y
se les dice que para seguir recibiendo una información tan valiosa por séptima
vez habrán de aportar 500 dólares. Si todos pagan, nuestro asesor les saca
250.000 dólares. Si se hace esto a sabiendas y con intención de defraudar, es
un timo ilegal. Y sin embargo, se acepta si lo hacen involuntariamente unos
editores —serios pero ignorantes— de boletines informativos sobre la bolsa, los
curanderos o los tele-evangelistas. El puro azar siempre deja lugar a una
cantidad suficiente de aciertos que permitan justificar casi cualquier cosa a
alguien predispuesto a creer.
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