Lo miraron los tres, sorprendidos. Era como si hubiera
aparecido allí de improviso, materializándose en su presencia.
—Sí —reconoció Máximo.
—Inspector Espinós —se presentó el hombre—. Vicente Espinós.
— ¿Policía? —se extrañó Santi.
— ¿Qué creéis? —hizo un gesto explícito—. Se trata de un
delito, ¿no os parece?
Cinta estaba pálida.
—Nosotros no hemos hecho nada —se defendió.
El hombre no respondió a su aseveración.
— ¿Quién os dio esa pastilla? —preguntó sin ambages.
Los tres se miraron, inseguros, acobardados, indecisos. El policía
no les dejó reaccionar. Su voz se hizo un poco más ruda. Sólo un poco. Nada
más. Suficiente.
—Oídme: cuanto antes me lo contéis, antes podré hacer algo.
Puede que os vendieran cualquier cosa adulterada, ¿entendéis? Para que esta
noche no acabe nadie más como vuestra amiga, depende de lo que ahora hagamos.
Es más: si conseguimos una pastilla igual a la que se tomó ella, es probable
que la ayudemos a recuperarse.
—No lo conocíamos —dijo Cinta.
—Era un hombre de unos treinta años, puede que menos, no
tengo buen ojo para eso —se adelantó Máximo—. Me pareció normal, vulgar. Todo
fue muy rápido, y estaba oscuro.
The Beatles – Strawberry Fields Forever (Spotify) |
domingo, 4 de noviembre de 2012
Campos de fresas
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