domingo, 4 de noviembre de 2012

El último enigma

Joan Manuel Gisbert



Al posadero le extrañaron mucho aquellos deseos, pero no quiso hacer preguntas para no implicarse más. Sospechaba algo turbio en todo aquel asunto, pero mientras Leiden no lo comprometiera directamente no tenía intención de oponerse.

Una vez que la puerta del desván donde Ismael tenía su jergón quedó trabada desde fuera, el canónigo le pidió al posadero:
- Lléveme enseguida a la habitación que ocupa ese caballero.
Subieron por la escalera como dos sombras gemelas. Una vez arriba, Leiden indicó:
- Anúncieme diciéndole que el visitante que espera acaba de llegar.
El posadero, impaciente por terminar con aquello, se disponía a cumplir el encargo, pero Leiden lo detuvo cogiéndolo de un brazo.
- No, espere; lo he pensado mejor. Dígale tan solo que alguien quiere hablarle.
El dueño de La Encrucijada dio unos golpes en la puerta y dijo:
- El caballero tiene visita.
Tras llamar insistentemente, cada vez con más energía, los dos se dieron cuenta de que en la habitación no había nadie.
Con extrañeza y alarma, Leiden dijo:
- Abra y veamos.
El primer vistazo que dieron al entrar les convención de que el desconocido viajero ya no se encontraba en la posada. Sobre la pequeña mesa del cuarto había dejado unas monedas como pago de su estancia. Eso tranquilizó al posadero.
 

Campos de fresas

— ¿Sois los que estabais con Luciana Salas?

Lo miraron los tres, sorprendidos. Era como si hubiera aparecido allí de improviso, materializándose en su presencia.

—Sí —reconoció Máximo.

—Inspector Espinós —se presentó el hombre—. Vicente Espinós.

  ¿Policía? —se extrañó Santi.

— ¿Qué creéis? —hizo un gesto explícito—. Se trata de un delito, ¿no os parece?

Cinta estaba pálida.

—Nosotros no hemos hecho nada —se defendió.

El hombre no respondió a su aseveración.

— ¿Quién os dio esa pastilla? —preguntó sin ambages.

Los tres se miraron, inseguros, acobardados, indecisos. El policía no les dejó reaccionar. Su voz se hizo un poco más ruda. Sólo un poco. Nada más. Suficiente.

—Oídme: cuanto antes me lo contéis, antes podré hacer algo. Puede que os vendieran cualquier cosa adulterada, ¿entendéis? Para que esta noche no acabe nadie más como vuestra amiga, depende de lo que ahora hagamos. Es más: si conseguimos una pastilla igual a la que se tomó ella, es probable que la ayudemos a recuperarse.

—No lo conocíamos —dijo Cinta.

— ¿Qué aspecto tenía? —Pues... no sé —miró a Santi y a Máximo en busca de ayuda.

—Era un hombre de unos treinta años, puede que menos, no tengo buen ojo para eso —se adelantó Máximo—. Me pareció normal, vulgar. Todo fue muy rápido, y estaba oscuro.

The Beatles – Strawberry Fields Forever (Spotify)




El escarabajo de oro

Tenemos, pues, el 8 como e. Ahora, de todas las palabras de la lengua, the es la más usual; por tanto, debemos ver si no está repetida la combinación de tres signos, siendo el último de ellos el 8. Si descubrimos repeticiones de tal letra, así dispuestas, representarán, muy probablemente, la palabra the. Una vez comprobado esto, encontraremos no menos de siete de tales combinaciones, siendo los signos 48 en total. Podemos, pues, suponer que ; representa t, 4 representa h, y 8 representa e, quedando este último así comoprobado. Hemos dado ya un gran paso.


 Edgar Allan Poe