El lector honrado comprenderá sin
esfuerzo la situación de aquellos infelices. Sotileza, en el calor del
hondísimo disgusto que la produjo la llegada súbita de Andrés, desalentado, confuso y
balbuciente, señal de lo descabellado de su resolución, atenta sólo a reprocharle con palabras
duras su temerario proceder, no oyó el poquísimo ruido que hizo la puerta de la bodega
al ser cerrada por Carpia; o le atribuyó, si llegó a fijarse en él, a causas bien diferentes
de la verdadera; y por lo que toca a Andrés, ni un cañonazo le hubiera distraído del
aturdimiento en que le puso la resuelta actitud de Sotileza. Tampoco le llamaron la
atención las primeras y, para ella, confusas voces de Carpia dirigiéndose a su madre,
pues acostumbrada la tenían las mujeres del quinto piso a oírlas dialogar harto más recio
desde el balcón a la calle; pero cuando empezó a encresparse la pelamesa, y el
vocerío fue más resonante, la misma gravedad de la situación en que se veía la pobre
muchacha excitó su curiosidad; y dejando interrumpidas sus duras
recriminaciones a Andrés, que no hallaba réplicas en sus labios, apartóse de él para observar lo
que acontecía afuera, desde la misma salita. En cuanto vio la puerta cerrada al otro
extremo del carrejo, se lanzó hasta ella; y al enterarse de que estaba sin llave y corrido el
pasador de la cerradura, exclamó con espanto, llevando sus manos cruzadas y convulsas
hasta cerca de la boca:
-¡Virgen de las Angustias!..., ¡lo que han hecho
conmigo!
Sotileza es una obra de José María de Pereda. Si quieres conocer detalles sobre el autor, pulsa aquí,
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